viernes, 13 de junio de 2008

La Invasión de los Zombies Atómicos (1980) – Umberto Lenzi


Mucha gente considera que el cine debe de ser, fundamentalmente, un vehículo cuya función principal consista en transmitir sentimientos, que debe de formar o que debe inculcar ideas. Pues no. Si quiero sentimientos me busco una novia, si quiero que me eduquen me apunto en la universidad y si quiero que me aleccionen, me voy a la iglesia. El cine es espectáculo y, como tal, su función principal es la de entretener. Y que mejor entretenimiento que disfrutar durante hora y media de una producción casposa.

Durante los 70 y principios de los 80, se desarrollaron en Italia (muchas veces coproducidas con España) una serie de películas que se encuadraban fundamentalmente en tres subgéneros: giallos, de caníbales y, como la que nos ocupa hoy, de zombies.

Al hablar de zombies, debemos tener en cuenta que en el año 1968, se estrenaba la fenomenal “La Noche de los Muertos Vivientes” de Romero la cual obtuvo un notable éxito. Y como es bien sabido, a todo éxito siguen un gran número de copias de variada calidad (aunque casi siempre peores que la original). Los italianos que para esos siempre han sido unos “aguilillas” se dedicaron a realizar producciones con zombies que intentaron vender, en algunos casos, como continuaciones de la original. Así tenemos, por ejemplo, a los muertos vivientes de Lucio Fulci (“Nueva York Bajo el Terror de los Zombies - Zombi 2” o “Zombie 3”) que, salvo por comer carne humana y andar lentamente, poco más tenían que ver con los de Romero. Ellos añadían más casquería y desde luego más desnudos (casi siempre gratuitos).

No obstante, y en su defensa, hay que decir que la mayoría de estas películas siendo muy cutres, tenían, y tienen todavía, su gracia.

“La Invasión de los Zombies Atómicos” es una de esas malas muestras del subgénero pero también de las más entretenidas. Fue dirigida en 1980 por Umberto Lenzi. De este director puedo destacar sobre todo dos giallos que, sin ser de los mejores del género, son muy entretenidos: “El Ojo en la Oscuridad” y “Siete Orquídeas Manchadas de Rojo”.

La cinta nos cuenta como un reportero (Hugo Stiglitz) acude a un aeropuerto para asistir a la llegada de un famoso científico experto en energía nuclear. Cuando el avión aterriza, de él surgen un gran número de personas infectadas por unos experimentos realizados con dicha energía y que les provocan una profunda necesidad de sangre (ya que sus glóbulos rojos se destruyen rápidamente como consecuencia de la sobreexposición radiactiva) además de una inusitada violencia. Para colmo, las personas atacadas por ellos, acaban también infectadas. Así que la epidemia terminará extendiéndose.

Antes de empezar a comentarla decir que el que lea esto se va a encontrar con algunos spoilers que intentaré sean lo menos descriptivos posibles para no quitar la emoción que produce su visionado. También me voy a centrar más en las escenas y situaciones que otras veces ya que la obra lo merece.

La película es un cachondeo desde el principio. Se supone que se trata de el aeropuerto de una ciudad importante pero cuando el avión no responde a los requerimientos de la torre de control, y mandan a uno de los trabajadores a dar la alarma, lo único que hace es salir al balcón y lanzar una bengala (tecnología punta, si señor).

Una vez en tierra, el aparato es rodeado por miembros de la policía y del ejército. Entonces un responsable militar se acerca a la puerta y les dice con un megáfono: “salgan en nombre de la ley”. Pero vamos a ver ¿cuándo se vio que alguien de las fuerzas armadas dijera eso?

Posteriormente se abre la puerta y comienzan a salir zombies que, en un momento, acaban con los agentes de la ley y con todos los demás que pillan a su alrededor. Aquí apreciamos un detalle que seguirá presente a lo largo de toda la cinta y que la diferencia de la mayoría de las producciones del subgénero tanto anteriores como actuales. Los infectados (por definirlos de alguna manera ya que no están muertos) son relativamente inteligentes. Así, utilizarán todo tipo de armas que vayan encontrando (cuchillos, palos, piedras, metralletas,…) y también llevarán a cabo estrategias para hacerse con su necesaria dosis de sangre.

Tras la masacre del aeropuerto, el periodista, que dio escapado, se dirige a la cadena de televisión (por cierto que siempre se refieren todos a ella con ese nombre como si no hubiera otra en el país) para dar el aviso a la población. Así, tras interrumpir a un ballet que estaba actuando (bastante mal, por cierto) en un programa de varietés, comienza a dar la noticia. Pero aquí nos encontramos con los pérfidos militares que ordenan suspender la emisión de la noticia.

Cuando el periodista expresa su malestar por negar informar a la población sobre el peligro, es despedido sin contemplaciones. El encargado de ordenar esta censura es el general Murchison (Mel Ferrer en horas bajas).

Aquí nos encontramos con otra de las cosas absurdas del guión ya que entonces comienza a ser atacado el canal por los (no) muertos vivientes. Mira que no tienen sitios para atacar y se van a la tele. Lógicamente (pueden ser zombies pero no tontos) se lanzan por las chicas del ballet que habían continuado con su actuación. En este punto es cuando nos alegramos la vista con las primeras escenas de tetas (cualquier excusa es buena para mostrarlas al mundo).

El general Murchison solicita la presencia del mayor Warren Holmes (nuestro querido Paco Rabal) que tiene que dejar a su mujer en casa, en su día libre, para ayudar a solucionar el problema. Otro momento muy bueno para mostrar más tetas en este caso por parte de la mujer del mayor, en una patética escena de pareja.

El periodista una vez despedido, se dirige al hospital a buscar a su mujer que es doctora. Al centro han empezado a llegar personas mordidas por los infectados que también resultan afectados. Todas las escenas de hospital son un batiburrillo de carreras entre unos que escapan, y otros que los persiguen. Tampoco las enfermeras y resto del personal sanitario femenino se librarán de enseñar cacho. Hay una escena en la que una enfermera es atrapada por un zombie que, en vez de intentar matarla o morderla, lo primero que hace es abrirle la chaquetilla y, curiosamente, la sanitaria no lleva sujetador. Tremenda (la escena, no la chica…bueno, ella también).

Un momento gracioso se produce durante una operación que está teniendo lugar en el centro. Cuando los malos entran en el quirófano el cirujano, con una habilidad pasmosa y un total dominio de sí mismo, lanza el escalpelo cuan estrella ninja. Lamentablemente los (no) muertos únicamente dejan su (no) vida cuando se les destroza el cerebro y el doctor le da en el pecho. Pagará caro su error.

Otra estupidez de guión. El general preocupado por su hija y su yerno, manda a un soldado a buscarlos lo que debería hacerles pensar que está ocurriendo algo verdaderamente grave. No obstante, a ellos ninguna situación con pinta de problemática les va a jorobar su ocio por lo que en un despiste, huyen del mismo y se van con su caravana al campo.

A partir de aquí, casi todo se reduce a la escapada sin rumbo del periodista y su mujer. El resto es un conjunto de pequeñas peleas con los afectados por la radiación en diferentes sitios, para acabar la historia en un parque de atracciones donde Hugo Stiglitz y Laura Trotter (el periodista y su mujer) tienen un enfrentamiento final a tiro limpio con un montón de afectados por la radiación (ya comenté antes que los zombies utilizan, entre otras armas, metralletas). Patética una escena, casi al final, en la que aparece una figura que se nota a la legua que es un muñeco de los de mala calidad.

El desenlace, sin explicarlo, decir que es horroroso. Parece que el guionista se quedó sin ideas “brillantes” y escribió lo primero que se le vino a la cabeza.

La interpretación de los actores es desigual. Oscila entre lo pasable de Paco Rabal (con un papel que no le pega ni con cola) o Mel Ferrer, y lo horroroso de la mujer de periodista (Laura Trotter). Encima tenemos que aguantarle una moralina de quinceañera sobre la destrucción de la naturaleza por la malévola raza humana. Anda y que te den.

Los efectos especiales no son llamativos pero cumplen, fundamentalmente los relacionados con la casquería. Me gustó especialmente una escena en la que uno de los infectados le arranca un ojo a una chica mediante el famoso método de meterle un palo en él y después empujar. Quizás lo peor sea el maquillaje de los zombies que, aunque intenta simular quemaduras, más bien parece que los untaron con crema de cacao.

En resumen, está claro por lo comentado que no se trata de una buena película en el sentido estricto del término pero sí que es recomendable para todo buen cinéfago que se precie. Estamos ante una película honesta ya que no pretende ser más que un mero entretenimiento y eso lo consigue con creces. ¿Qué tiene defectos? Un montón (muchos más de los que aquí comenté) pero que es mucho más disfrutable que la mayoría de películas que se hicieron y se siguen haciendo sobre el tema, también. Quien quiera acercarse a ella debe hacerlo teniendo claro que lo que va a ver no es la cinta de Romero. Con todo esto le doy una nota alta ya que me lo pasé bomba viéndola.

Como curiosidad señalar que Hugo Stiglitz, el protagonista, sale en “Tintorera – El Tiburón Tigre” una de las peores copias de “Tiburón” que te puedes echar a la cara.

PUNTUACIÓN FINAL: 7


TUBO DE LA PELÍCULA

4 comentarios:

Rey Nova dijo...

Muy divertida pelicula, que como bien dices, para eso es lo que sirve, asi que no hay queja. Saludos¡¡¡

Callus dijo...

Mucho más entretenida q los zombies de Fulci.

Rey Nova dijo...

Personalmente me agradan ambos filmes, pero por supuesto, son muy distintos.

Callus dijo...

A mi es q Fulci no me gusta. Reconozco q sabe logran ambientaciones, sobretodo en algunas como "El Más Allá" o "Aquella casa al Lado del Cementerio" pero después falla en todo lo demás. Y suele tener en sus películas media hora de correteos sin sentido escapando de los zombies. Esta por lo menos no engaña a nadie. Es una peli hecha con 4 duros para entretener a la chavalada de la época. Auténtico cine pipas.